Día 42
- Andres Munini.
- 24 feb 2018
- 6 Min. de lectura
Hoy, al salir de la carpa el día estaba soleado, por lo que pegué un salto de euforia por querer empacar rápido para salir, pero apareció Joachim pidiendo mates y me calmé, al fin y al cabo, pensé que estaría así de lindo todo el día. Tomamos mates, mientras despacio iba empacando mi cosas, luego limpié la carpa y comencé a doblarla. Me crucé con Cristian e Isis que me compartieron mates, les regalé un llaverito y me dijeron que antes de que me valla les avise para sacarnos una foto juntos. Luego también le regalé a Joachim un llaverito, en agradecimiento por su amistad y lo que hemos compartido juntos. Terminé de guardar todo y almorcé con Joachim, luego fui a avisarle a Cris e Isis que ya estaba por partir, así que vinieron y nos tomamos unas fotos, me desearon buenas vibras y éxitos y me subí en BetiAna, pero al querer ponerla en marcha… nada… absolutamente nada.
No producía ni un solo sonido, no daba arranque, no sonaba la bocina, no prendían los reflectores, por lo que pensé que se había quedado sin batería, y luego de pensar porque pudo haber sido, recordé que tuve la moto parada varios días sin darle arranque y utilizaba los cargadores del baúl trasero para cargar las cámaras y el celular, gran error, que a partir de ese momento comencé a tomar las precauciones de apagarlo cuando no lo esté usando. Así fue entonces que Cristian y Joachim me empujaron 10 metros sin que arranque, luego otros 10 metros y arrancó, la deje regulando mientras me equipaba con las protecciones, y luego de que ya regulaba sola, me despedí con un abrazo a cada uno y partí rumbo a la estación de servicios para cargar combustible.
Luego de llenar el tanque y el bidón, partí rumbo a Chile, Pasando por los pueblos despacio, para contemplar el paisaje y cada montaña nueva que se me cruzaba en el camino, apreciando los colores y formas diferentes que se mostraban frente de mi. Al pasar por unos túneles, un camión que veía en sentido contrario se pasó un poco de carril y casi choca al colectivo que venia frente de mi, haciendo que este este a unos dos o tres centímetros de chocar contra el paredón derecho del túnel, de haber sucedido esto, una parte del para golpes del colectivo se podría haber desprendido golpeándome de lleno, ya que venía a una distancia corta del bus, un error que deberé corregir por seguridad. Gracias a Dios nada sucedió y continué viaje disfrutando del paisaje. Llegué entonces al Puente del Inca, lugar que quería conocer, así que allí aparque con BetiAna y bajé unos 30 metros caminando hasta el lugar de observación del famoso monumento natural. Luego de permanecer allí al menos media hora y de sacar unas cuantas fotos, volví a la ruta para ir a mi próximo destino, el Cristo Redentor.
Llegué a un peaje y consulte por la entrada al Cristo Redentor, y la que me atendió me dice que ya me lo había pasado, que era dos kilómetros para atrás, gracias a que el paso estaba libre, di la vuelta y volví dos kilómetros para atrás. Al llegar vi una entrada muy hermosa, una estructura como de castillo, pero lamentablemente arruinada con unos carteles que dicen “Restaurante”. Paré en la oficina de Información Turística, o por lo menos solo tenía el cartel que hacía referencia, pero al entrar era un negocio de ventas variadas, como alfajores, chocolates, café, ponchos y demás, pregunté sobre el camino y me dijo que demoraría una media hora en subir y que quién sube tiene prioridad, también me recomendó que me abrigue porque allí arriba hacia mucho frío. Agradecí y salí de allí, comencé a abrigarme y luego emprendí la subida.
El camino es de ripio muy bien compactado, en partes solo es tierra, pero en todo el camino hay piedras de diferentes tamaños que se encuentran sueltas, haciendo peligrosa la conducción en rodados de dos ruedas, pero si vas con tranquilidad y giras las curvas de manera abierta, dudo que tengas ningún problema. A medida que iba subiendo la tierra comenzaba a cambiar de color, de un marrón a un rojizo y la nieve comenzaba a hacerse presente en los costados del camino. Paré un par de veces para tomar fotos y me di cuenta de que ya estaba bastante frío, pero aún me faltaban un par de kilómetros para llegar. A medida que me acercaba a la cima, el frio y el viento se comenzaron a hacer presentes y a hacerse notar al entrar debajo de mi campera. Llegué a paso de hombre a los pies del Cristo y allí intenté estacionar a BetiAna, pero casi se me cae, debido a la inclinación del suelo y el viento que hay allí arriba, por ese motivo, tuve que dejarla un poquito más lejos. Cabe destacar que eran las 17:00 hs aproximadamente, y allí arriba estaba solo yo, por lo que todo estaba cerrado, todos los puestos de ventas que hay allí, todos cerrados, solo yo y el viento que me susurraba fuertemente al oído con ese frio que me quería hacer huir de allí. Haciendo oído sordo, permanecí allí un largo rato, o por lo menos eso me pareció, recorrí el lugar, observando y maravillándome con la expresión natural del entorno, que a decir verdad me interesó mas que lo que el hombre pudo haber hecho allí en esa cima. Luego, pegué un par de calcos en los carteles y me propuse bajar. Demoré no más de 15 minutos en descender, fue bastante rápido, teniendo en cuenta que venía bajando en neutro, de paso ahorré combustible. Sali de ese camino y retomé por donde iba, volví a pasar por el peaje y segui camino.
Llegué a la aduana chilena , aproximadamente a las 18:00 hs aproximadamente y no había casi nadie, por lo que el trámite no duró más de media hora. Luego permanecí un momento allí en la aduana y me acerqué a un guardia para preguntarle si no servían café en algún lado cercano, él me indicó que afuera de la aduana hay un kiosco que vende, al ir, pido el café y me cobró 1.000 pesos chilenos, cabe destacar que cambié dinero en otro local dentro de la aduana y que el cambio estaba a 21 $.- Luego del café fui al baño y al salir me cruce con dos mochileros chilenos que habían llegado y ya habían hecho los papeles correspondientes, ellos iban rumbo a argentina y como ya se había hecho de noche querían quedarse a acampar allí, y a decir verdad, yo estaba cansado y con ganas de seguir al dia siguiente, ya que no quiero viajar de noche por mas que me encanta, solo que en la noche no puedo apreciar los paisajes. Preguntamos a un encargado si podíamos acampar en algún lado y nos dice que entre los carteles azules que dicen “Bienvenidos a Chile” no se puede acampar, así que salí con mi linterna a buscar un lugar donde armar la carpa y que BetiAna no quede tan expuesta. A 25 metros pasando uno de los carteles, como volviendo para el lado argentino, de mano derecha, encontré un espacio ideal, entre un montículo de tierra y una piedra grande, allí fue donde armamos campamento. Tomamos unos mates y compartimos charlas, armamos mi carpa que era mas grande que la que ellos tenían, así que allí nos metimos. Luego uno a uno fuimos quedando dormidos, y en medio de la noche el frio comenzó a sentirse, a pesar de que dormíamos vestidos y abrigados, el frio se apoderó de nuestros cuerpos, haciéndonos difícil el descanso, dando vueltas de un lado a otro, respirando profundo y largando el aire caliente de los pulmones, tapados hasta la cabeza y despertándonos varias veces en la noche y ver que el tiempo avanzaba muy lento, solo deseábamos que la mañana llegue pronto, y poco a poco, nos dormimos profundamente, dejando el frio de lado, ya que el cansancio se apoderó de nuestros cuerpos como un gobernante que desplazó a alguien de sus tierras, tomando su posición y trayendo calma al espíritu, con frio pero con cansancio, caímos en el sueño que estábamos anhelando.
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